El bajista y cantante repasó lo mejor de su paso por Deep Purple con un setlist cargado de funk y rock que revalidó su amor con el público argentino.
La primera vez que escuché a Deep Purple quedé tan deslumbrado que entendí lo que mi viejo había querido decir con aquello de “una de las mejores bandas de la historia”. En casa descansaban en un estante los discos de vinilo “Made in Japan” y “Burn”, dos momentos, dos formaciones diferentes, pero con la misma potencia y fuerza volcánica. Tan increíble me pareció el grupo que cierro los ojos y aún me puedo ver a mis 16 años, sentado junto a mi padre haciéndole mil preguntas acerca de la formación de la banda, sus diferentes miembros, sus canciones, etc., mientras de fondo sonaba el tema ‘Stormbringer’. ¿A cuántos de ustedes les debe haber ocurrido lo mismo? Al instante me volví fanático de todas sus formaciones y discos, pero guardaba un cariño especial por la alineación comandada por David Coverdale, acompañado por los miembros fundadores Ritchie Blackmore, Ian Paice y Jon Lord, junto al hasta entonces poco conocido Glenn Hughes.
15 años después, estoy en el Teatro Flores para ver por primera vez en vivo al legendario Glenn Hughes y los recuerdos de aquellos momentos ya lejanos afloran sin parar. Sin embargo, intento dejar de lado mis pensamientos y la nostalgia y me entrego a la magia de la música en directo, confiado en que voy a experimentar un viaje alucinante. No me equivoqué.
El nombre de la gira con la cual Hughes llegó una vez más a nuestro país no dejaba lugar a dudas, “Glenn Hughes Performs Classic Deep Purple Live”, con lo cual todos estábamos listos para escuchar por un par de horas lo mejor del repertorio de la famosa “Mark III” más algunos temas extra en un Teatro Flores en el que no cabía un alma y tenía entre sus asistentes a hombres y mujeres de todas las edades pero con un mismo objetivo, disfrutar de la mejor música.
2 minutos después de las 21 horas, las luces y la música que sonaba desde los parlantes se apagaron y se encendió una radio que mientras cambiaba de dial transmitía fragmentos de canciones de Purple, hasta que aparecieron en el escenario Fernando Escobedo (baterista), Jay Boe (tecladista) y Søren Andersen (guitarrista). La euforia se multiplicó en el lugar y los celulares comenzaron a aflorar para registrar el momento exacto en el que Glenn, con su bajo a cuestas, se posicionó en su lugar y sin tapujos arremetió con ‘Stormbringer’, coreada a viva voz por todos.
El primer “olé, olé, olé, olé” de la noche no se hizo esperar y se transformó en un “ooh, oooh, ooh” que replicaba el inicio de ‘Might Just Take Your Life’ donde Hughes demostró que sus agudos son igual de potentes que antaño al mismo tiempo que Boe desplegaba todo su talento en el teclado emulando al enorme Jon Lord, en perfecta sincronía con el movedizo bajo de la canción.
En ‘Sail Away’ Glenn emula la voz de Coverdale en un tono lúgubre y pesado que despega los primeros y tímidos pogos de la noche que luego se replicarían en otros grandes momentos de la velada. Hughes parece exigir al máximo su garganta en cada estrofa pero se nota que lo está disfrutando, y que lo hace desde el alma, con un verdadero sentimiento de admiración y devoción hacia aquellas canciones que lo catapultaron al panteón de las leyendas del rock. Pero además, demuestra sentirse muy a gusto con los fanáticos locales.
“I love you Buenos Aires. I’m gonna speak very slow. This city is special to me, so I’m gonna give everything” [Los amo Buenos Aires. Voy a hablar poco. Esta ciudad es especial para mi, así que voy a dar todo], se sincera antes de arrancar con una electrizante y psicodélica versión de ‘Mistreated’ que deriva en una jam excepcional donde se destaca el joven baterista chileno Fernando Escobedo y que concluye con un desgarrador agudo de Hughes quien luego nos hace una invitación especial que no podemos rechazar –“I’m gonna take you back to California Jamming”- en clara referencia al disco en vivo que registra la legendaria actuación de Deep Purple en el California Jam Festival, donde Blackmore, en un rapto de locura, golpeó con su guitarra una de las cámaras de televisión que se interponían entre él y el público y luego roció sus amplificadores con nafta, prendiéndolos fuego, lo que causó una explosión.
Del groove machacante de ‘Mistreated’ pasamos entonces a la espectacular ‘You Fool No One’, con la intro de órgano calcada a la del mencionado disco en vivo y el medley con la instrumental ‘The Mule’ donde nuevamente se destacó Escobedo con un solo de batería impresionante que dio paso a un blues sucio y garagero que desató una ovación generalizada. Momento ideal para bajar los decibeles de la mano de la bella ‘This Time Around’, dedicada al fallecido Jon Lord y que logró emocionar a más de uno desde la cálida voz de Glenn que aquí mostró su faceta más despojada y calma.
Bajo la misma tónica llegó ‘Holy Man’ que tuvo aquí una versión deslucida y fue el momento en donde más se extrañó a Blackmore, especialmente en el magistral solo de guitarra. El lapsus duró poco, ya que al instante llegó ‘Gettin’ Tighter’, dedicada a Tommy Bolin, con un climax arrebatador que mostró el costado más funk/psicodélico del cuarteto que a esta altura ya echaba fuego y era una perfecta máquina de volar cabezas con su energía inagotable e hiperactiva.
Promediando el final, llegó el clásico ‘Smoke on the Water’ (en medley con ‘Georgia on my Mind’) que aquí sonó más duro y bestial, con una base amenazante e intensa, diferente a la que ofreció la actual formación de Deep Purple que nos visitó hace 4 meses pero igual de adrenalínica y emocionante, capaz de hacer mover la cabeza a cualquier ser humano. Ya para ese entonces el teatro era un hervidero de gente que miraba emocionada la entrega total por parte de Glenn Hughes que se mostró a la altura de las circunstancias en todo momento.
Para cerrar formalmente la noche, llegó ‘You Keep On Moving’, coreada con fuerza por todos los presentes y, en los bises, 2 infaltables, la veloz ‘Highway Star’, con Hughes centrándose sólo en la parte vocal del tema, y la inoxidable ‘Burn’ con todo el grupo planeando a la velocidad de la luz poseídos por una especie de fuerza mágica que los llevó a dejar todo y más en el final apoteotico que nos hacía desear que la despedida no llegara nunca.
Tras casi 2 horas de hard rock, funk y soul, una promesa quedó flotando en el aire, y fue la de un regreso asegurado, algo a lo que Hughes nos tiene acostumbrados si tomamos en cuenta que en los últimos 4 años nos visitó 3 veces y siempre dio recitales magistrales. Aquí estaremos expectantes aguardando su visita, una vez más, para maravillarnos con su impactante registro vocal y su poderoso bajo eléctrico que mantiene encendido el fuego púrpura.
Crónica por: Francisco Zazzu
Fotografías por: Nadia Rojek
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