El inquieto vocalista de la banda nü metal más grande del mundo, acaba de editar nuevo material solista. Este disco da vida a ciertos caprichos personales y a varias canciones que quedaron truncas en su carrera.
No suelo escribir críticas negativas de discos porque no me gusta, si un disco merece un puntaje muy bajo, más vale no analizarlo, siempre lo pensé de esa forma. Hoy voy a hacer una excepción y voy a hablar de un disco al que le tuve que poner el puntaje más bajo desde que me dedico a hacer reviews para In The Flow Press. Y paradójicamente, se trata del disco solista de uno de mis artistas favoritos.
Pongámonos en situación, corría el año 1999. Un amigo de esos que siempre está a la vanguardia de la música (tipos imprescindibles) me había prestado los dos primeros discos de Korn, yo me había comprado el tercero “Follow the Leader” (1998) y en MTV (que era un canal de cable que pasaba videoclips en esa época) sonaba el primer corte de difusión de “Issues” (1999).
Jonathan Davis era el héroe indiscutido y sufriente de todo adolescente metalero de aquella época. Internet no era lo que es ahora, todos navegábamos desesperadamente por las pocas páginas web que existían, buscando las letras de los discos (las primeras ediciones de los discos de Korn, no traían las letras) y también canciones que estaban más allá de la discografía oficial de la banda, demos, participaciones en alguna película, bandas anteriores, ensayos, presentaciones en vivo, remixes, rarezas, etc.
Se volvió una especie de competencia la caza de canciones raras y participaciones de Jonathan Davis en otras bandas. Eran poquitas, de mala calidad, cuando usabas internet no podías usar el teléfono de línea, los mp3, de mp3, de mp3, sonaban horribles, toda una odisea y toda una obsesión por escuchar esa increíble voz.
Hoy todo cambió, después de 12 álbums de estudio con Korn, incontables colaboraciones con otros artistas, proyectos de música electrónica y de música étnica, la sed de sus fans se fue extinguiendo lentamente.
Sin embargo, que Jonathan Davis saque un disco completamente solista es motivo de ansiedad entre los que gustamos de su arte, por eso tal vez el exceso de expectativas jugo un papel importante en esa pequeña decepción.
“Black Labyrinth” se mueve en un lugar de grises entre el pop electrónico oscuro y el metal industrial, convirtiéndose en una media tinta inclasificable. A veces lo inclasificable es muy positivo y sorprendente, pero a veces la amalgama de ingredientes da resultados un poco monótonos si no están mezclados en una correcta proporción.
‘Underneath My Skin’ abre la placa con oscuridad y New Metal, pero en medidas bastante light, descremado y descafeinado, aunque admito que tiene un buen estribillo, no hay mucho más que eso.
‘Final Days’ parece lo que es. Una canción que quedó pendiente en el sountrack de “Queen Of The Damned” (20025). Luego de 16 años y como era de esperarse, ya no suena muy moderno que digamos.
‘Everyone’ es uno de los cortes de difusión, una de las canciones más potentes, lo más parecido a Korn y de lo más interesante del disco. La canción viene acompañada de un video donde se hace una morbosa critica a la religión (si, otra más).
A esta altura uno tiene la sensación que nuestro ídolo del rock se inspira bastante en sí mismo, pero lamentablemente no cuenta con el carisma de su banda (Korn) para que cada canción salga adelante con frescura.
Investigando un poco me entero que las canciones de este disco son demos e ideas que fueron quedando afuera de sus proyectos paralelos y algunos lados B que Jonathan tenia cajoneados. Tal vez sea por eso que las canciones se suceden sin pena y sin gloria. Voy por la tercera escuchada de punta a punta y no hay estribillos que queden dando vueltas en la cabeza, eso es una mala señal.
‘Gender’ es la canción más intrigante y llamativa de la placa, melódica como un villancico, con un ambiente oscuro y alegre a la vez, hermosa e incómoda.
Por ultimo tenemos a ‘What It Is’ una pieza totalmente diferente, donde un piano toma el protagonismo justificado y la interpretación vocal soberbia de Davis nos cala los huesos. Nostalgia abrumadora, la tristeza perfecta.
Claro que hay muchas cosas destacables en “Black Labyrinth” y algo está clarísimo: un disco regular de Jonathan Davis es un disco excelente de muchas bandas actuales. Una vez más Davis aprendió a usar instrumentos no convencionales (algunos primitivos, otros muy exóticos) que el mismo ejecutó y grabó. Además el álbum cuenta con participaciones especiales (Ray Luzier de Korn, Wes Borland de Limp Bizkit y de sus ex compañeros de su anterior proyecto solista Jonathan Davis and the SFA).
“Black Labyrinth” es como su nombre indica, un intricado laberinto de canciones sin época y sin género, una instantánea de la irreprimible mente musical de un artista que redefinió el metal. Es imposible pensar que alcance pueden tener sus influencias dentro de la música actual y la futura. Y es por todo esto, que seguimos bancando y siempre bancaremos al “Chico del maíz”.
Review por: Mariano Chacón Aguilar
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